LA CASITA ENCANTADA
Faruk tenía la particularidad de que las cosas complicadas no llamaban su atención, sino que lo enfadaban porque al final siempre les encontraba la solución. Por esta razón tenía a las cosas complicadas como una verdadera pérdida de tiempo y por ello no le gustaban. En cambio le fascinaban las cosas en extremo sencillas por ejemplo ¿Cómo hacen las hormigas para ponerse de acuerdo al transportar una carga? ¿De dónde sale el perfume de las flores? ¿Cómo hacen las aves para aprender a la perfección el vuelo? Y otras aún más sencillas: la “Formación” y “Destrucción” de las nubes, el variado sabor de las frutas cultivadas en el mismo suelo…
La ciudad donde él vivía era tan agitada, tan complicada que hacía que su vida fuera un continuo conflicto. Porque vivía aburrido, sin alicientes, sofocado.
Pero un día que se encontraba tomándose un refresco en una heladería, vio un cuadro pegado en la pared en el cual se observaba un hermoso paisaje campestre, con un lago, una montaña, animalitos, un río, árboles por doquier, aves por el aire… en fin algo muy atrayente. Se concentró tanto en el paisaje que comenzó a sentir al aroma de las flores, el rumor del agua, el canto de los pajaritos y el frío de la montaña.
El fuerte retumbar de la corneta de un camión lo sacó de su embeleso y lo clavó en la cruda realidad:
Estaba en la ciudad que era precisamente donde él no quería estar. Entonces tomó la decisión que cambiaría su vida para siempre:
“Me voy para el campo” dijo en voz baja como para escucharse pero sin que nadie más se enterara. Y así lo hizo, se fue con la intención de demorarse allá quince días.
Cuatro días llevaba allí y estaba encantado, no se cambiaba por nadie. ¡Aquí era tan distinto!, ¡Tan hermoso!, ¡Tan natural!...
Estaba pensando en lo natural cuando comprendió que lo más natural para un hombre es tener una mujer a su lado. Comprendió así por primera vez en su vida la triste realidad de su infinita soledad.
Sin quererlo pensó que daría lo que fuera por conocer a una mujer que lo hiciera feliz, que le dijera “amor mío” y que sonriera con los ojos y con los labios sólo para él. Pero luego se olvidó del asunto y decidió pescar…
Al otro día salió temprano, alegre, a dar un paseo a pié por el monte, para sentir el aire fresco de la mañana acariciándole el rostro.
Sólo llevaba unos minutos caminando cuando vio un claro a un lado del camino y se preguntó porqué estaría allí ese claro. Entonces se desvió un poco del sendero para ver mejor y cuál sería su sorpresa cuando vio al final del claro, una casita pequeñita, pequeñita, tan pequeña que una muñequita no cabría en ella. Esas eran las cosas que llamaban su atención, por eso se fue aproximando a la casita y su sorpresa iba en aumento, porque a cada paso suyo, la casita aumentaba de tamaño… pero esto no lo detuvo y aunque temeroso, seguía adelante hacia su objetivo. Cuando hubo llegado a un metro de la casita, ésta ya se había transformado en una casa en la cual él podría entrar perfectamente, porque según sus cálculos tendría unos tres metros de alto y otro tanto de ancho. Entonces dio una vuelta completa alrededor de la casa y pudo ver que de fondo tenía la misma medida.
Al llegar nuevamente al frente de la casa se preguntó qué habría adentro y se dispuso a investigarlo. Entró y dio dos pasos, estaba oscuro y sólo se veía la claridad proveniente del exterior.
De pronto la puerta se cerró y todo quedó muy claro:
Se veía un largo pasillo, tan largo que no parecía tener fin y a ambos lados del mismo una infinita cantidad de puertas.
Él no podía comprender cómo teniendo tan pequeñas dimensiones por fuera pudiera ser tan larga por dentro; pero también pensó que si ya estaba allí, lo mejor sería saber de qué se trataba, así que comenzó a abrir puerta por puerta y detrás de cada una encontró cosas sorprendentes: Animales hermosos, cosas llamativas, plantas exóticas, máquinas extrañas, lujos, dinero en grandes cantidades, personas que lo llamaban y prometían enseñarle cosas extraordinarias, mujeres atractivas que insinuantes prometían con sus movimientos placeres lúbricos, licores de diversas clases, etc.
Pero nada lograba atrapar su atención, él seguía tan indiferente como siempre y continuaba hacia la siguiente puerta, para seguir investigando…
No podría decir qué número sería la penúltima puerta que abrió, pero vio en ella a una mujer completamente desnuda, de hermoso cuerpo, de un blanco deliciosamente inmaculado y una larga cabellera negra que le llegaba hasta la cintura; se encontraba sobre una base giratoria que le permitió verla en todos los Ángulos posibles.
Cuando estuvieron frente a frente, pudo observar que además de hermosa era bellísima: Su cara tenía una belleza delicada y sutil sólo comparable con la de las antiguas estatuas griegas o romanas; tenía unos ojos soñadores que parecían suplicarle que la sacara de allí.
Faruk sintió el incontenible deseo de entrar y llevársela pero no lo hizo y siguió hacia la otra puerta, en esta no encontró nada interesante y decidió regresar nuevamente hasta donde estaba la mujer, pero no había dado dos pasos cuando se encontró fuera de la casa. Intentó entrar nuevamente pero la puerta no se abría; estaba firmemente cerrada, pensó en derribarla y fue cuando escuchó una voz muy dulce que aunque no sabía de dónde provenía, no lo inquietó en lo más mínimo. Esa voz le preguntó:
¿Para qué quieres entrar otra vez?
¿Acaso no estuviste allí y nada llamó tu atención?
Faruk no sabía a Quién o a Qué le respondía pero dijo:
Quiero traer para acá a la mujer que vi allá adentro.
En ese momento comenzó a ver que aquel ser comenzaba a tomar forma, pero no fue una forma definida, sino una imagen vaporosa de un tenue color azul y que se mantenía flotando.
Eres el único que ha entrado allí y ha logrado salir, porque generalmente quien entra en esa casita, se fascina con alguna de las cosas que dentro de ella descubre y quien entra a través de una de esas puertas ¡No logra salir jamás! En cambio tú no te dejaste tentar por nada de eso.
Ahora, si tú quieres de verdad estar al lado de esa mujer puedo permitirte que entres pero tú ya sabes lo que sucederá si entras a su cuarto. Así que tú decides. Si quieres vé y búscala, pero te aclaro que sólo lo hago porque veo en ti algo especial. Si crees que vale la pena… Tú decides.
De acuerdo- Dijo Faruk- voy por ella.
Y dicho esto abrió la puerta y dio dos pasos y sucedió lo mismo que la vez anterior; pero ahora, según él, se le planteaba un gran dilema: ¿Cuál era la puerta que debía abrir?
Pero eso no lo desanimó; caminó calculando cuánto había caminado la vez anterior y cuando pensó que ya era suficiente, se dirigió a una puerta con total decisión, la abrió y… Allí estaba ella.
Lo que él no supo nunca fue que cualquier puerta que hubiese abierto, ¡El resultado iba a ser el mismo!
Ella se encontraba en el mismo sitio que antes, tan bella y hermosa como la vio la primera vez. Sólo que ahora estaba vestida con una delicada pieza de seda la cual resaltaba aún más su hermosura ¡Ocultándola!
Ella al verlo le extendió los brazos pidiéndole que se acercara, él lo dudó un instante puesto que se encontraba atónito ante su presencia, y aunque se acordó de la sentencia que había emitido aquel que le permitiera entrar y pensó que se quedaría en ese lugar para siempre, no le importó y siguió con decisión hacia su objetivo, convencido de que valía la pena y entró al cuarto…
Sólo había tocado los dedos de la mujer cuando se encontró fuera de la casa y justo a su lado estaba ella, quien le regaló una encantadora mirada de amor. La tomó de la mano y sin decir palabra ni saber hacia qué lugar dirigirse, comenzó a caminar.
Luego volteó hacia la casa y allí estaba: Pequeñita como él la vio la primera vez. Esperando tal vez a otro curioso que la descubra y se acerque a descifrar su misterio o a llevarse una sorpresa.
LA ÚLTIMA ILUSIÓN
LA ÚLTIMA ILUSIÓN
Ese día cuando Pedro Andrés se levantó, no sospechó ni remotamente que ése sería su “Día de Suerte”.
Como siempre se sentó en el borde de la cama, luego miró su reloj para comprobar que eran las cuatro de la madrugada, hora en la cual se despertaba todos los días por la fuerza de la costumbre. Colocó los pies sobre el piso y al sentir el frío pensó que empezaba a despertarse; se dirigió al baño y una vez allí, comenzó a hacerle morisquetas a su imagen en el espejo; y le pareció ver que la imagen le hizo gestos que él no había realizado.
Entonces pensó sin convicción: “Ese tipo está loco”.
Se desnudó y cuando sintió el chorro de la ducha sobre su cuerpo, estuvo seguro de que ahora sí estaba despierto.
Casi inconscientemente se cambió y desayunó y luego se dedicó a revisar su moto. Esto sí lo hacía plena conciencia puesto que él sabía que del buen funcionamiento de ella, dependían todos sus planes y el cumplimiento de todas sus ilusiones…
Una vez que terminó de revisarla, entró al cuarto y le dio un silencioso beso de despedida a su esposa que aún dormía; cerró la puerta y partió con rumbo a su rutina.
Su moto era una “Cien” muy usada, de color verde en su juventud, lo cual hoy era muy difícil de verificar sin un “pormenorizado examen”, no se sabría nunca cuántos kilómetros había recorrido pues ya no le funcionaban los medidores desde hacía muchísimo. Rayada por todas partes y con el mofle machacado por las múltiples caídas que sufriera a través de su “Motuna historia”. No tenía direccionales y su placa además de que estaba borrosa, había sido maliciosamente colocada entre los radios de la rueda trasera, como previniendo que no pudiera ser identificada en caso de una “Escabullida necesaria”, pero cuando le pedían los papeles de identificación, seguro y demás, siempre lo hacían con la moto detenida y así podrían verificar la placa sin ningún problema. Pero en caso de que alguno de ellos fuera algo inteligente y se diera cuenta de este hecho, no había nada que un billete no pudiera arreglar. Y una vez pagado, ¡Desaparece el delito!
Pedro Andrés le tenía nombre a su moto: “Marcela” y la quería mucho porque era su compañera de luchas y su arma principal para lograr los objetivos en la vida. Pero como en cualquier otra relación, en esta también existían discordias, sobre todo cuando “Marcela” se quedaba parada y se obstinaba en no arrancar; entonces él tenía que llevarla empujada a donde el mecánico; pero de resto, ¡Todo era armonía!
Lo que Pedro Andrés ignoraba era que su moto pensaba y también podía escuchar los pensamientos de su dueño.
Su mente estaba llena de ilusiones: quería comprar una casa; llenarla con todo lo que su mujer necesitaba, hacerla feliz; quería tener una niña esta vez, ya que dos veces anteriores fueron niños y él quería comprobar si era cierto que las niñas son “Todo Amor” y que eran más apegadas a los padres. No es que él tuviera alguna queja de sus hijos sino que deseaba simplemente que fuera una niña. Había creado en su imaginación una ciudad perfecta en la que todo funcionaba como debía y había seguridad total y justicia insobornable. Tenía raros pensamientos en su melenuda cabeza: decía que no le daba limosnas a nadie a menos que el corazón lo obligara, pues según su concepto pedir limosnas requiere de un esfuerzo mayor al de muchos trabajos.
En sus ratos de ocio, se sentaba en un mecedor a mirar lejos, pero no hacia la lejanía, sino hacia dentro de sí y soñaba cosas incontables en todo sentido.
En verdad las cosas que pensaba eran extrañas, por ejemplo decía que los chinos no nacían como las demás personas, sino que eran producidos en serie por una máquina, de allí que fueran tantos y tan idénticos; también decía que todos los hombres van en fila por la vida, hacia su destino, sin luchar, al igual que los segundos que pasan, pasan y pasan hacia esa eternidad que se llama olvido… pero cuando iba sobre su moto, llevaba los cinco sentidos puestos en lo que hacía; y si había tenido algunos accidentes, no fue por su culpa sino por la irresponsabilidad de algunos conductores, sobre todo de los que manejan carros grandes, que van seguros de que a ellos no les pasará nada. Y así cuanto más grande es el carro que conducen, menos respeto sienten por los demás.
Pedro Andrés visitó a sus clientes como de costumbre, habló con ellos, se rió con ellos y se despidió prometiendo regresar…
Al medio día, se dirigió a su casa pensando que ya llevaba cumplida la mitad del objetivo de ese día y convencido de que luego de besar a su mujer, la otra mitad sería más fácil. Tomó la autopista, por el carril derecho, despacio, despacio y concentrado en el rugido del motor de su moto; le pareció escuchar que ella cantaba: “Tanto trabajá y no tengo ná”… Entonces pensó en su moto como un ser animado y pensó también que debía estar cansada y su pensamiento voló hacia el almacén de motos a comprar una nuevecita, que no hiciera ruidos y que fuera bien linda.
Su moto sintió celos, sintió que le fallaba el corazón y sintió que no sintió más nada…
Pedro Andrés dijo para sí mismo: ¡No joda, esta chatarra otra vez! La orilló, se bajó y se dispuso a examinarla para ver qué le había sucedido. Apenas se había agachado cuando sintió que una fuerza incontenible, que no era precisamente la fuerza del amor, lo lanzaba contra “Marcela” como obligándolo a que la abrazara; todo fue un remolino de gran velocidad que no lo dejó darse cuenta de lo sucedido.
Un conocido de Pedro Andrés que pasaba por el sitio del accidente, le dijo a la policía que él se encargaría de darles la noticia a los familiares y Pedro Andrés fue llevado al hospital en donde lo remendaron para que su cara pudiera ser vista asomada a través del vidrio del ataúd.
El conocido llegó hasta donde la mujer de Pedro Andrés y sin muchos detalles le dijo que su esposo había sufrido un accidente y que no se había podido hacer nada por él; se lo dijo así porque ella estaba embarazada, pero lo le dio los detalles.
No le dijo que un bus lo había arrollado mientras él arreglaba su moto y lo había matado al instante, que sus sesos en una acción muy propia de él, habían saltado de su cráneo y se habían colocado como a un metro de allí, tal vez para ver las cosas desde otro ángulo; que su cuerpo con los huesos triturados había quedado boca arriba, boca abajo y de lado ¡al mismo tiempo! En un extraño alarde de contorsionismo; que su oído izquierdo había quedado contra el pavimento, en un esfuerzo tardío por escuchar llegar el peligro, como hacían los indios.
Ya no tendría más ilusiones, ya no volvería a pensar cosas raras, ni diría otra vez que el día de suerte de un hombre no es ése en que todo le sale bien, sino aquel día en que encuentra la muerte, porque eso es lo único real que el hombre va buscando desde el momento que nace puesto que todo lo demás ¡Son ilusiones!
Pedro Andrés sin saber qué había sucedido, se marchó hacia lo desconocido, nunca se imaginó que “Marcela” lo acompañaría hasta ese punto donde todos los senderos se encuentran; donde los caminos... ¡ya no conducen a ninguna parte!
UN BESO DE DESPEDIDA
Ella le dio un beso en los labios. Un beso de esos que sólo se le da al ser más amado; un cálido y sentido beso…
Él cerró los ojos y sintió que flotaba en un ambiente de aromas deliciosos y voló con su mente propulsada por los recuerdos hacia el día que la vio por primera vez.
Recordaba con impresionante claridad que fue un día lunes que ella entró a la oficina en donde el jefe los había citado para presentarlos y acordar algunas estrategias de trabajo.
Cuando ella hizo su aparición en el umbral de la puerta él sintió que un escalofrío lo invadía y su piel pareció experimentar una súbita corriente de aire polar; en la boca del estómago sintió que confluían todo un cúmulo de extrañas fuerzas que se apropiaban de aquellas fuerzas que le permitían permanecer de pié. Sin saber en qué momento se sentó y se dispuso a completar la observación de ese desfile de reinas en donde sólo había una participante: ¡Ella!
La vio como ningún hombre la había mirado hasta entonces: célula por célula y la conclusión de tan minucioso examen arrojó el resultado: “¡Es perfecta!”
Y era cierto, ella era perfecta aunque su belleza era de esas de carácter especial, de aquellas que el común de la gente no puede apreciar y sólo viéndola como él la observaba ahora, se podía distinguir la infinita majestad del atractivo de su persona. ¡Quedó hechizado!
Para ser completamente honesto debo decir que no sólo estaban ellos tres en la habitación, pues también se encontraba cupido, dispuesto a flecharlo irremediablemente y para siempre.
Cuando el jefe los presentó y ella dijo su nombre, él pensó que nunca había escuchado una voz tan dulce y deliciosa. Le dijo su nombre sólo por la costumbre y volvió a quedarse mudo.
Mientras su jefe les explicaba las estrategias, él comenzó a soñar con ella y no dejó de hacerlo sino hasta cuando el jefe terminó de hablar; en ese momento pudo comprobar lo relativo que es el tiempo pues él sentía que había soñado con ella horas enteras pero sólo fueron ¡Unos pocos minutos!
Desde ese día sólo vivió para ella, para amarla e idolatrarla, aunque ella no lo sabía.
Sentía deseos de verla, de oír su voz de ver sus movimientos… y quería que todas las horas fueran de trabajo para poder contemplarla; pues él sentía que su preciosa voz era como un secreto masaje que lo hacía relajarse y sentirse único.
Un día pensó decirle que la amaba (ya que después de tres años de conocerla estaba seguro de que era así), pero pensó que echaría a perder y que ella no le hablaría más por eso no le dijo nada, prefirió callarse su amor por temor a perderla…
Ahora él estaba en su lecho de muerte y ella había venido a visitarlo.
Él se alegró muchísimo al verla; cuando se le acercó, la miró con la mirada más romántica que le quedaba y ella le tomó las manos y le dijo: “Hoy voy a hacer algo que he querido hacer desde el día que te conocí”. Y dicho eso le besó los labios y él sintió que perdía el conocimiento y que flotaba en un ambiente de aromas deliciosos; y se prendió a ese beso con las pocas fuerzas que le quedaban. Y besando la caricia, sintiendo por toda su piel una corriente que lo fulminaba se fue para el lugar de donde no se vuelve jamás.
UN CUERPO INCREÍBLE
Aclaración.
Este cuento fue escrito en una región en donde decir que alguien tiene “Un cuerpo increíble”, transmite la idea de tener un cuerpo ¡Espectacular, Armonioso o Hermoso!
UN CUERPO INCREÍBLE
Si todos se burlaban de Emilio, no lo hacían sólo por capricho, por maldad o por molestarlo: sino que lo hacían porque eso era lo que a uno se le ocurría hacer cuando lo veía; puesto que Emilio lo primero que inspiraba era una maléfica sonrisa en quien lo observaba.
Sin temor a exagerar puedo decir que no existió persona alguna que lo viera sin burlarse de él.
Su cuerpo era una verdadera fuente de hilaridad:
A pesar de su juventud, tenía una calva que permitía ver con absoluta claridad una prominencia en su cráneo; sus cabellos eran bien rizados en la parte posterior de la cabeza; en la parte lateral era lizo y en la de arriba era parado como el de un puercoespín.
Aunque no era bizco, esa era la impresión que daba al mirarlo, quizás porque su nariz estaba un poco, sólo un poco, corrida hacia la derecha. Su nariz en realidad no era anormal, pero por tener los ojos pequeños, parecía desproporcionada; pero si uno lo analizaba bien sólo eran sus fosas nasales las que se presentaban “algo raras” puesto que parecían tener vida propia se expandían y contraían al compás de la respiración.
Su boca era común y corriente, lo único era que sus dientes se obstinaban en asomarse llenos de curiosidad como para observar lo que sucedía afuera. Siempre parecía sonreír aunque por dentro la furia lo consumiera. ¡Todo por culpa de los dientes!
Su cuello era perfectamente natural si acaso un poco rígido, lo cual le daba la impresión de que estuviera permanentemente preguntando: ¿Dónde? ¿Dónde?
Sus brazos no tendrían nada que comentar si no fuera porque se presentaban demasiados músculos para un cuerpo tan endeble; sus piernas un poco curvas, sólo un poco. ¡Ah! Y se me olvidaba decir que tenía ¡Los pies planos!
Emilio sabía porqué la gente se burlaba de él, pero cuando se miraba al espejo, no encontraba nada anormal en su apariencia. Él ignoraba que “Toda persona es normal según su propio concepto”. Y aunque no lo quisiera aceptar, su cuerpo lo tenía acomplejado.
Una noche, vagando por incógnitas soledades, pensando subconscientemente en su “Problema”, se le apareció de pronto un hada o genio o como se llame y le dijo:
“Pídeme un deseo, sólo uno y te lo concederé inmediatamente”.
Sin pensarlo dos veces Emilio le dijo:
Quiero tener un cuerpo “Increíble”
Y el genio: ¡SAS! ¡Se lo concedió!:
Le puso tres piernas como si fuera un trípode de fotografía; le puso la cabeza cúbica con un ojo mirando hacia cada punto cardinal y otro hacia arriba y por la parte de abajo del cubo, estaba pegado al cuerpo mediante un cilindro que reemplazó su garganta; le puso una oreja debajo de cada axila y la nariz se la colocó justo al lado del ano, por lo cual le tocaba respirar lo menos posible.
Pronto se arrepintió de haber pedido cambiar su aspecto. Entonces deseaba volver a su estado anterior pero ¡Ya era tarde!
Era sólo un deseo y ¡Ya se había cumplido!
El genio le dijo: “Nadie lo creerá cuando te vea. Tienes ¡Un cuerpo increíble!” y dicho esto desapareció.
Emilio quedó muy triste, como pudo se sentó en el andén y se puso a llorar desconsoladamente. ¿Qué podía hacer ahora? No lo sabía, pero su arrepentimiento era verdadero.
De pronto sintió que una fuerza lo estremecía y oyó una voz que le decía:
Emilio, Emilio levántate que tienes que ir a trabajar…
Y Emilio se despertó y vio que había sido sólo una pesadilla. Entonces agradeció profundamente cuando pudo comprobar que tenía su cuerpo de siempre, que por alguna razón que él desconocía debía ser así. Y su forma ya no le importaba pues comprendió que su cuerpo era una bendición aunque no fuera perfecto. También comprendió que ¡Nadie lo es!
LA DUDA
La vida nos plantea tal cantidad de enigmas que uno se asombra de su capacidad para crear tantos…
Lo que te voy a contar es claro ejemplo de ello.
En ni hogar, formado por cinco seres: mi esposa, mi hijo, yo, el perro de nombre guardián y por último pacho que era un mico que me regalaron hace mucho tiempo cuando todavía él era lactante y con el cual mi esposa hizo su preparatoria para madre.
Siempre hemos escuchado decir que el perro es el mejor amigo del hombre, pero en el caso de esta historia, mis dos compañeros irracionales luchaban duramente por el primer lugar.
Yo había estudiado para maestro, pero todo lo que pensé que lograría después de terminar mi carrera se vio bruscamente cortado por la realidad que golpea a todos los gremios social y económicamente. No me preguntes de dónde soy pues nuestra situación es común en toda Latinoamérica.
Como te venía diciendo, la situación era tan mala en mi hogar, que a pesar de que trabajaba duro, lo que ganaba no alcanzaba…
Si la situación era difícil, ¿Te puedes imaginar cómo era para los animales que compartían vivienda con nosotros? Claro está, que más sufría pacho pues él no tenía libertad de salir a rebuscarse como lo hacía guardián.
Un día cualquiera llegó a casa un tipo con la idea de comprar a pacho, casi no lo dudé pues pensé que sería lo mejor tanto para él como para nosotros.
Con lo adquirido con su venta solucionamos parcialmente el momento y pacho con nostálgica mirada como si entendiera la situación y sin forzar una lucha se dejó llevar dócilmente por aquel desconocido.
Cinco años tardé en desilusionarme totalmente de mi carrera y como la situación no mejoraba después de la partida de pacho, decidí dejar mi empleo de maestro y decidí buscar otra ocupación, más acorde con la situación.
Un amigo me recomendó con un empresario de transportes, quien accedió a darme a manejar un camión. Con este trabajo, nuestra situación cambió de pésima a mala y luego a regular, lo cual era todo un éxito.
Mi trabajo consistía en transportar mercancías de una ciudad a otra a lo largo de todo el país.
Tres años llevaba en estas labores cuando ocurrió aquel suceso inolvidable:
Viajaba por una de las tantas y malas carreteras cuando leí un aviso que anunciaba la proximidad de un restaurante, lo que me hizo recordar que tenía mucha hambre, aunque siempre temía encontrarme con una pésima comida que suelen servir en sitios como estos, (aprovechando que no tienen competencia y el hambre de los viajeros), decidí detenerme y comer.
Bajé y entré al lúgubre lugar; cuatro largas y solitarias mesas y diez sillas en cada una ponían de manifiesto el optimismo hacia las ventas de su propietario, una sala posterior donde había colgados dos cuadros típicos de la región y una cantidad de sillas las cuales supuse eran para que unos esperaran mientras que los otros comían; una mujer se me acercó, me saludó y me preguntó: ¿Va a comer? Yo le respondí: Sí, y procedí a sentarme a la mesa. Luego descubrí que estaba equivocado con respecto a la comida: ¡Era muy buena! Cuando terminé de comer le pedí a la mujer que me indicara dónde podía lavar mis manos. Ella me señaló al patio. Me dirigí hacia allí y me encontré con una verdadera finca. Bajo un palo de mango había una gran ponchera llena de agua montada sobre una meza de madera.
Después de lavarme las manos, y cuando saqué un paño para secarme tuve la sensación de ser observado, miré hacia todos lados para ver de quién se trataba pero no vi a nadie; Aunque la sensación persistía. Luego pensé que sería mi imaginación y decidí marcharme. Sólo había dado unos pasos cuando un chillido lastimero que todavía hiela mis huesos y eriza mis pelos al recordarlo, me hizo volver precipitadamente la cabeza y allí, entre las ramas del mango bajo el cual había estado hacía sólo un momento vi a un mico tembloroso que me miraba fijamente esperando una respuesta. Y sin pensarlo le grité emocionado y no menos tembloroso que él: ¡pachooo! Y esto fue todo lo que dije, pues al mismo instante aquel simio se lanzó hacia mí como impulsado por un cañón y llegó justamente hacia mi cuello aferrándose a él con tal fuerza que pensé que me ahorcaría y nuevamente emitió un chillido, pero algo me indica que este último era de alegría.
La mujer, que en esos momentos salía, comenzó a gritarle a pacho que me soltara pues ella pensaba que me estaba atacando, pero él no le hizo caso en el momento y solo la obedeció cuando nos encontrábamos lejos de aquel lugar que había tenido la compañía de este gran amigo.
Le expliqué a la señora la situación y ella entendió y me comentó que hacía mucho tiempo un hombre que viajaba por esta vía, se detuvo a comer allí y cuando intentó darle de comer a pacho, este lo mordió y huyó al patio de cuyos árboles nadie pudo bajarlo jamás. Y como el tipo quería matar a pacho por su osadía, la mujer le convenció de que se lo vendiera.
Ella me lo vendió a mí volviendo de esta forma a su primer hogar el cual, según he podido observar, mantuvo a pacho siempre con la esperanza de volver.
He aquí a pacho nuevamente en nuestra casa bajo otra situación económica y mi secreto juramento de no volver a vender jamás a un amigo.
Pero un interrogante no he podido resolver y esto me mantiene con la siguiente duda: ¿Cuál es mi mejor amigo? ¿Pacho que me reconoció después de tantos años; guardián que no nos abandonó a pesar de todo lo que pasamos juntos o aquel que me recomendó en la empresa de transportes?
UNA RAZÓN DE PESO
Cierto día que comentaba con Benito acerca de una situación difícil, buscando que él me ayudara a encontrarle una salida a mi problema, me sorprendió con lo que me dijo:
“No te preocupes. Todo problema trae consigo la solución. Lo que debes hacer es mirar el problema desde afuera; porque si te enfrascas en él no alcanzas a ver la solución”.
Honestamente no quedé satisfecho con esa apreciación y lo que sí despertó en mí fue una gran furia, al ver que mi amigo, prácticamente desvirtuaba la importancia de mi problema. En pocas palabras ¡No le importaba!
Sin medir las consecuencias de lo que decía le repliqué:
Si, a ti te queda muy fácil decir eso porque tú has tenido suerte en la vida y porque tienes dinero y con él se soluciona todo.
Él me miró con la mirada perdida como recordando algo y me dijo:
Te voy a contar una historia que te pido que escuches con atención y luego de escucharla te pido que me repitas esas palabras que acabas de decir.
“Hace muchos años, cuando yo era un muchacho, vivía con mis padres y mis hermanos en una finca en la cual mi padre era el administrador. Es decir que mi papá trabajaba la finca y partía a medias con el dueño de la finca.
Mi padre era un hombre netamente del campo, pero además pensaba que no existía otro mundo, otro estilo de vida diferente al de vivir en le campo y del campo…
Por este concepto él opinaba que los hijos no debían estudiar porque eso era pura pérdida de tiempo y de dinero…
Y si te cuento lo que pensaba acerca de la crianza de las hijas lo más probable es que no me creas pero te diré sin embargo que él creía ciegamente que las mujeres sólo servían para cocinar y para parir.
Nuestra vida en verdad era sin sentido, pero yo me imaginaba otro mundo. No me resignaba a que todo se redujera a la vida de la finca… pero bueno no tenía ninguna otra opción, me tocaba acomodarme a la situación de tremenda rutina. Te aseguro que ¡No te lo puedes imaginar!
Aunque no nos faltaba alimento, nosotros no sabíamos nada de la vida y el día que mi padre murió nos tocó enfrentar dicha situación, puedes creerme que ¡No sabíamos qué hacer!
Con mi madre y mis hermanas no contábamos porque ellas, las pobres, estaban sometidas a ¡Lo que pensaban los hombres! Y en ese momento eran unos mares de lágrimas y no pensaban en nada.
Buscamos algo de dinero y montamos a mi papá en un mulo de manera que no se cayera y mis dos hermanos se montaron en otro mientras yo que era el mayor me fui caminando…
Después de un largo recorrido de cuatro horas, llegamos a la carretera. Pero allí nadie nos quería parar. Y cuando varios pasaron, cada uno a su turno y veían que llevábamos un cadáver, nos decían: “Lo siento pero no puedo transportarlos y menos sin saber de qué murió”
Estuvimos allí largo rato, largo en verdad, y no teníamos la capacidad para pensar en una solución.
Así que nos quedamos ahí ¡A la buena de Dios!
A último momento, cuando ya estábamos acordando hacer un hueco y enterrar allí mismo a nuestro padre, un auto paró sin que lo invitáramos a hacerlo y un hombre mayor se bajó sonriente y nos dijo:
Hola muchachos. ¿Cuál es el problema?
Yo le conté sin mucho ánimo porque pensé que él también se iría como había venido. Pero no fue así, sino que nos animó:
No se preocupen que este, es uno de los problemas más fáciles de resolver pues la única solución es ¡Enterrar al muerto!
Nos invitó a montar el cadáver en la camioneta y a subir nosotros. Así lo hice con uno de mis hermanos porque al otro le tocó que irse con los mulos.
En el camino él no paró de hablar y de comentar lo que haríamos al llegar a la población:
Ahora que lleguemos, nos vamos a la funeraria “Del Pueblo”, pues yo conozco al dueño y nos dará un buen precio. Y lo mejor es que él se encarga de todo uno sólo pone el muertito y ya. Si no tienen tanto dinero no se preocupen que yo les doy prestado y yo se que ustedes me pagan… algún día me pagan…
Gracias a Juan (Ese era su nombre) pudimos enterrar a mi papá como es debido. Y con él, sus absurdas ideas sobre la educación de los hijos.
Sin temor a equivocarme y sin ofender la memoria de mi padre: Yo creo mijo, que la mejor herencia que pudo dejarnos mi papá; ¡Fue morirse!
Nos fuimos para el monte con la intención de trabajar duro para pagar todos los gastos ocasionados por los funerales de mi papá y vea estas manos; ¿Le parecen ásperas? Bueno, este es el recibo que me quedó como muestra de cuánto costó la muerte de mi papá. Pero eso sí: Pagamos hasta el último centavo. Y Juan nos dijo cuando le llevamos el último pago:
“Ahora sigan trabajando con juicio y si en algo puedo ayudarlos, cuenten conmigo, que yo los ayudaré en lo que sea porque me gusta la gente que sabe quedar bien”.
Con esa promesa nos marchamos hacia nuestro incierto futuro.
Días después, escuché casualmente, que alguien vendía un lote de ganado, porque tenía una necesidad, entonces me fui donde Juan y le comenté de la oportunidad.
Él me dijo: “No sólo te voy a prestar para que las compres sino que te tengo el cliente para que se las vendas de una vez”.
Él fue conmigo, compramos, vendimos, gané, porque él no aceptó nada a cambio… sin embargo me reiteró aquella promesa de ayudarme cuando lo necesitara.
Yo comprendí que de jornalero no ganaba sino para lo esencial. En cambio con este negocio, me había ganado el equivalente a ¡Tres meses de jornal! Así que dejé el machete para otro de menos aspiraciones y fui a buscar ganado para comprar y vender. Claro está, siempre me ayudaba el dinero de mi amigo. Al tiempo logré hacer mi propio capital y compré una finquita. Un amigo se enamoró de ella y me la cambió por una casa que tenía en el pueblo y esa casa la cambié por una casita y un lote mucho más grande a la salida del pueblo.
Al frente del lote construyeron con el tiempo la Terminal de Transportes y yo vi la ocasión de construir el hotel que tú conoces; el resto del solar lo dividí en cuatro donde construí locales que ahora tengo alquilados.
Como puedes ver, hoy puedo vivir cómodo y darles a mis hijos lo que no tuve.
Si piensas que fue suerte, yo te digo que la suerte no existe. Y si existe, sólo consiste en estar en el sitio exacto a la hora justa. ¡Eso es la suerte!
Si en aquel entonces alguien me hubiera dicho que tuviera fe, que todo problema traía consigo un beneficio, yo habría dicho lo que tú me dijiste ahorita, o quizás algo peor. Pero ahora te repito esperando que tú también me repitas aquellas palabras que me dijiste hace un rato:
“No te preocupes que todo problema tiene su solución. Y ésta, llega casi sola”.
Ante aquellas palabras quedé mudo y con una vergüenza que me obligaba a disculparme con Benito. Pero yo lo conocía muy bien y sabía que con él, eso no era necesario.
PEQUEÑA DIFERENCIA
Cuando llegaron a la finca, Jorge y su padre se bajaron del auto y jorge le dijo:
-¡Padre esta era la sorpresa que te tenía!-…
Hacía ya muchos años que su padre le había pronunciado estas mismas palabras al llevarlo a conocer el nuevo "lote" que había adquirido con un esfuerzo en verdad grande en una de las invasiones que por la época tuvieron lugar en la ciudad.
Aunque el lote resultaba muy pequeño comparado con el esfuerzo que su padre había hecho, Jorge no conocía las dimensiones del mismo y tratando de averiguarlo preguntó a su padre:
-¿Hasta dónde llega nuestro lote padre?-
Su padre por tomarle el pelo le dijo:
-¡Hasta donde te alcance la vista mijo!-
El niño, escudriño el etéreo horizonte en derredor y con una gran sorpresa reflejada en sus ojos, colocó sus manitas en las mejillas y emocionado gritó:
-¿Tan grande padre?
Una tenue sonrisa se asomó al rostro de su padre cuando comprendió que la desilusión de su hijo, al saber las verdaderas dimensiones del lote, sería igual o superior a la sorpresa y alegría iniciales. Pero no respondió nada…
Tal como el padre había previsto, sucedió. Pero para bien.
Muy dentro de su ser, Jorge se prometía a cada momento que algún día tendría una gran extensión de tierra como la que su padre soñaba y que nunca podría tener si las cosas continuaban como hasta ahora.
Fue esta la causa por la que siempre se destacó en los estudios: porque tenía bien claro el camino que debía recorrer para lograr sus objetivos. Y aunque no le fue fácil, hoy lograba culminar exitosamente una de las metas que se había propuesto y por ese motivo se encontraba con su padre en ese lugar.
Desde el sitio donde se encontraban se podía apreciar una excelente panorámica y Jorge dijo a su padre:
Padre esta es la sorpresa que te tenía. He comprado para ti esta finca para que la disfrutemos a nuestro antojo.
Su padre, poseído por una mezcla de intriga y emoción le preguntó:
-Y… ¿Hasta dónde llega nuestra finca hijo?-
Jorge le respondió parodiando las palabras que su padre le pronunciara en el ayer lejano pero con una verdad implícita en ellas puesto que esta era una finca grande, grande, poblada de muchísimos árboles frutales, ornamentales y de otros tipos; con una preciosa casa campestre que nada tenía que envidiarle a cualquier mansión de la ciudad; muy cercana a esta, estaba dotada de todos los servicios y comodidades que se pudieran desear.
Hasta donde te alcance la vista, padre.
Su padre forzó la mirada cuanto más pudo, sus cansados ojos trataron al máximo de percibir cuanto les rodeaba y exclamó:
-¿Tan pequeñita mijo?-
EL POLLO Y EL HALCÓN
El halcón cayó sobre el pollo con una sorprendente velocidad; como un rayo presuroso en busca de la anhelada tierra. Todo parecía indicar que la suerte estaba echada y que el atacante no fallaría en sus “maléficas” intenciones; también se podía entender que toda su vida anterior el halcón se había entrenado para este momento tan crucial de su vida. Por tanto: ¡No podía fallar!
El pollo en ese preciso instante se encontraba completamente embelezado en un suculento gusano que había tenido el infortunio de haberse cruzado en su camino y de no haber sido tan precavido para darse cuenta con anticipación de que por allí, podía de repente, aparecer un pollo hambriento anhelante de encontrarlo.
En el sitio de los acontecimientos, sólo se escuchó un crujido como el de una rama seca cuando la pisa un toro. Nada más parecía perturbar el rutinario transcurrir de aquella finca enclavada en un lejano paraje de aquella montaña.
Después de quebrarse la columna vertebral del pollo al ser aprisionado por las inclementes garras que no lo soltarían hasta convertirlo en parte de la cadena alimenticia. Lo que siguió fue un instante de letargo, similar a que se siente después de haber caído un aguacero.
En la tierra lo único que se vio, fue un leve polvorín que se levantó producto de la aérea frenada que de manera espectacular realizó el rapaz.
El pollo solamente sintió el crujido pero no experimentó dolor alguno ni se dio cuenta de lo sucedido en ningún momento; sólo sintió que se elevaba y su instinto le indicó que su vida corría peligro. Fue por eso que haciendo acopio de una fuerza no propia de su especie, se concentró; fue tal la concentración que de manera inesperada, pronto se vio convertido en piedra: ¡el pollo se petrificó! Sin embargo, contrario a lo que la lógica indica, el pollo se sentía tan liviano que estaba seguro que de haberlo querido hubiera podido levitar hasta el infinito…
Pero todas estas acciones le dieron resultado porque su peso corporal se incrementó a tal grado que el halcón no tuvo más remedio que soltarlo al no poder soportar semejante peso.
Una especie de euforia acompañaba al atacado quien entonces comprendió que el pensamiento y la imaginación son creativos y que con ellos se puede lograr cualquier empresa si se tiene la suficiente convicción y decisión para buscar realizarla.
En estos cortos instantes la víctima percibió que ya su cuerpo no le interesaba en absoluto puesto que podía volar con su mente y lograr todas aquellas metas que siempre había soñado y que antes no pudo llevar a cabo. Tal vez porque se había dejado limitar por su condición de pollo. No llegó a comprender en aquellos tiempos que toda vida tiene innumerables componentes y que es obligación de todo ser descubrirlos. Pero ahora era distinto, ya nada podía limitarlo puesto que había descubierto súbitamente la fórmula para su libertad, esa tan ansiada libertad que tanto le había costado encontrar. ¡Estaba libre!
Y el halcón…lleno.
EL SEÑOR DE "LOS MILAGROS"
Si no hubiera estado presente, no lo habría creído. Pero estuve allí y desde entonces mi vida dio un vuelco casi total:
Era una reunión de ex alumnos del colegio donde estudié toda mi secundaria; y como en todas las reuniones de ese tipo los asistentes estábamos allí no tanto para volver a ver a encontrarnos con los antiguos condiscípulos como para alardear de los objetivos alcanzados, de los títulos obtenidos, del puesto que se ostenta y hasta para mostrar la despampanante compañera que alguno pudiera haber llevado a dicha reunión.
Cansados de tanto auto ensalzarnos cada uno a su turno, alguien dijo:
Oigan ¿No saben que el viejo que vende las gaseosas en el kiosco, es el mismo que cuando nosotros estudiábamos aquí?
¿Cómo va a ser? Parecimos preguntar todos con la mirada. Y casi sin acordarlo nos pusimos en camino hacia el final del colegio para constatar que era cierto.
Al llegar a nuestro destino pudimos ver a “Don Jorge” quien sin duda estaba esperando a que apareciéramos en cualquier momento.
Llegamos hasta donde él estaba y le pregunté a quemarropa:
¿Se acuerda de nosotros?
¡Claro! –Me dijo- Tú eres tal, tú tal y tú tal.
Todos quedamos de una pieza ante la prodigiosa memoria de “Don Jorge”. Uno de los que estaban conmigo le dijo mientras nos tomábamos unas gaseosas y luego de que le hubiéramos dicho cada uno qué profesión tenía:
¿A usted no le duele que su vida haya transcurrido en este kiosco sin poder lograr realizar los objetivos mínimos?
Él no se inmutó, ni siquiera parpadeó, sólo lo miró por un instante que a mí me pareció eterno, como compadeciendo su ignorancia y luego le respondió de la siguiente manera:
Dime sinceramente ¿te sientes realizado?
Mi amigo le respondió:
Bueno en parte sí.
O sea que tienes otras metas por lograr ¿verdad?
Sí así es. –Respondió mi amigo-
Pues te diré: En la vida no se realiza solamente aquél que tiene una profesión, es más el setenta por ciento de los profesionales no logra realizarse jamás. Otra cosa: Todo depende de cómo te enfoques porque en la vida hay muchas cosas importantes que pasan desapercibidas por estar uno enfrascado en problemas que ya fueron resueltos por otros, en algunos que no tienen solución; en principios fundamentales que a nada conducen y muchas otras cosas que me cansaría de enumerar…
-Despachó una gaseosa-
Yo aquí –prosiguió- He aprendido sin prisas ni presiones muchas cosas de la vida: sé por ejemplo que no basta con estudiar; hay que realizar la carrera… gustarle a uno lo que hace para sentirse bien. No todos pueden ser sobresalientes, no todos pueden ser Ingenieros, médicos o abogados… Si así fuera ¿Quién les estaría atendiendo ahora? Y aunque ustedes lo pongan en duda yo me siento realizado aquí en mi negocio, porque él me ha permitido vivir tranquilo sin las necesidades ni las preocupaciones que embargan a la mayoría de las personas… He podido educar a mis hijos con otra óptica distinta a aquella de ostentar títulos y esas cosas. Les he enseñado que no deben dejarse presionar por la sociedad y que lo más importante es sentirse bien con uno mismo.
Tal vez no sea el caso de ninguno de ustedes pero como prueba de que una profesión no lo es todo, les voy a contar que conozco a un economista que vende yuca en el mercado porque eso le reporta mayor ganancia que permanecer ocho horas metido en una oficina con un sueldo no acorde con su esfuerzo. Igual caso de un abogado que vende pescados y la lista es larga… Tengo un amigo mecánico que le dice a su hijo:
“¿Viste? si hubieras aprovechado todos esos años serías tremendo mecánico en cambio ahora tengo un Sociólogo-mecánico. Eso ¿de qué sirve si los motores siempre serán los mismos y se dañarán de lo mismo”?.
Ahora les hago una pregunta a todos ustedes:
Si les dijeran que tienen sólo una semana de vida;
¿Qué sería lo que harían?
Cada uno expuso lo que haría:
Uno que iría de viaje y tomaría todos los días para olvidarse que se moriría; otro que buscaría mujeres, que comería de algo que le gusta mucho y así todos expresamos lo que haríamos que no eran más que cosas sencillas al alcance de todos.
Se dan cuenta –dijo al final- Todos quieren hacer algo, nadie se quedaría tal como vivió hasta ahora.
¿Por qué? Porque no se han realizado en la vida…
Y usted ¿Qué haría en el mismo caso? –Le preguntó uno de mis acompañantes-
Yo seguiría aquí vendiendo gaseosas a todos los estudiantes, mirándolos bien para recordarlos cuando me vaya, si acaso es que uno allá recuerda y si es que se va para alguna parte.
Escuchen bien mis amigos: en la vida lo importante es ayudar a los demás a llevar el peso de la vida; y esa ayuda se nos revierte en ayuda para nosotros mismos siempre y cuando la ayuda que brindemos sea desinteresada.
Es muy difícil conocer la alegría si no podemos darles alegría a otros puesto que ella es compartida…
No tengo nada contra el estudio pero de lo que sí estoy seguro es que él no lo es todo, ni el dinero, ni la fama…
En la vida, las cosas realmente importantes son las que parecen no tener importancia por ejemplo Amar de Verdad, Compartir, Observar, Ser Auténtico, etc.
Todos nos despedimos de él y de los otros y nos fuimos. Y desde ese día, no ha pasado ni uno sólo que no recuerde a “Don Jorge” ya calvo y viejo, sentado, esperando a los clientes de su kiosco “Los Milagros”.
SÓLO UNO
Después de haber discutido muy acaloradamente, aquellos que hasta hacía unos momentos fueron amigos, se separaron y no de la manera más cordial que se pudiera…
Al alejarse “El Capo” y “El Cloro” Llevaban en sus cabezas las ideas más disparatadas sobre el otro. Pero eran sólo eso, “Ideas” porque no se atreverían a llevarlas a la práctica puesto que se respetaban o se temían demasiado el uno al otro. En realidad esta discusión sería intrascendente si no fuera porque había una vida de por medio:
Sólo hacía unos días, Ramiro había llegado adonde “El Capo” para pedirle que “le recomendara a alguien que le quitara del medio a un tipo que le estaba fastidiando la vida”. “El Capo” le dijo - Sí, ¡Claro que Sí!- Que le tenía al “hombre indicado” y le recomendó a “Cloro”.
Ramiro además le dijo que quería un trabajo discreto y que no quería tener tratos con “Cloro”. Así que le pidió a su amigo que lo contratara él y le pagara lo que pidiera, que el dinero, Ramiro se lo repondría. Eso sí le tenía que dar el celular de “Cloro” para que Ramiro de manera secreta le dijera de quién se trataba, como localizarlo, etc. Así lo hicieron y todo se realizó según lo planeado.
El nombre de “Cloro” era Willy, un nombre más acertado para un homosexual que para alguien tan violento y cruel como él. Era un asesino libra por libra, no sentía ningún resentimiento después de matar a alguien. En cambio experimentaba una inexplicable satisfacción que sólo los asesinos como él podrían tratar de explicar.
Cierto día, hablando con unos amigos suyos, Willy les había confesado lo siguiente:
“Yo todos los días tengo que matar a alguien porque si no lo hago no puedo dormir; así que si llegada la hora de irme a casa no he podido hacerlo, lo que hago es que apuñalo un perro que se me atraviese en el camino y eso me hace sentir mejor”.
Willy no sólo era desalmado sino que se jactaba de que no dejaba un encargo sin cumplir. “Podrá pasar lo que sea que si me han pagado por “voltear” a alguien, no descanso hasta convertirlo en "muñeco". ¡Así se me esconda bajo tierra!”. –Decía-
Su apodo se debía a que borraba a quien fuera, siempre y cuando le pagaran por hacerlo…
Ramiro era un hombre próspero que vivía en esa ciudad desde hacía sólo seis años. Tenía cuarenta años de edad y un “Hogar feliz” (Según el criterio de quienes lo conocían). El dinero no era su preocupación pues desde muy joven, casi niño, se había dedicado al comercio y hoy poseía un negocio bien cotizado y bien ubicado que le reportaba ingresos casi sin hacer nada pues tenía empleados que trabajaban para él.
Lo que nadie sabía era que su vida íntima no era nada agradable y que su primera mujer había cometido el irreparable error de serle infiel y él que era un hombre muy estricto en ese campo y no pudo perdonarla y olvidar como suelen hacer algunos hombres sino que vivía amargado dentro de ese mar de dudas que queda después de una situación como ésta. No confiaba en nadie y la pobre mujer con la que ahora convivía era quien estaba pagando los errores cometidos por la otra. Aunque no la maltrataba y le daba todo lo que necesitaba, prácticamente la ignoraba y sólo la buscaba cuando sus necesidades de varón lo obligaban. De resto, él, prácticamente vivía sólo. Esto último no debe entenderse en sentido figurado, porque él, no tenía padre, madre, hermanos puesto que todos murieron en una masacre ocurrida en el pueblo donde Ramiro nació y sólo se salvó él por esos azares del destino que lo ubicó en un lugar seguro mientras ocurría la tragedia…Él hubiera preferido estar con sus familiares en ese momento, pero no fue así.
Vendió todo cuanto poseían él y su difunta familia y se marchó para la ciudad donde vivía hoy.
Pocos días después de haber llegado se topó con un hombre en apuros que requería ayuda. Se la brindó desinteresadamente y sin saber que en ese momento estaba conociendo a “El Capo” quien agradecido se hizo su “amigo” y le orientó en muchas cosas que éste no conocía de la ciudad.
Cuando “El Capo” supo que Ramiro quería establecerse allí, se encargó de orientarlo en todo cuanto pudo y se ofrecía a ayudarlo en todo cuanto pudiera después.
“El Capo” era un hombre malo que posaba de bueno.
Internamente él se consideraba bueno a pesar de que todo lo malo que existe ya lo había hecho y nadie se le quedaba con nada pues si era necesario le pagaba con la vida. ¡Pero le pagaba!
Se dedicaba a convertir legiones de hombres en piltrafas ambulantes que no tenían ni sur ni norte; que no pensaban en hoy, ni en ayer, ni mucho menos en mañana. Gentes que cuando caían en sus garras se tornaban en sus esclavos y sólo la muerte, podía librarlos; pero a veces ni ella quería hacerse cargo de estos desdichados…
Su nombre verdadero era Eduardo, y aunque su apariencia no decía nada de cuan malo podía llegar a ser; su mirada no ocultaba ese brillo inconfundible que tienen los ojos de quienes practican el mal. Tenía un hogar “Normal” y trataba de ser lo mejor que podía como padre y esposo. Su familia ignoraba el origen de sus ingresos porque él aparentaba tener un taller de mecánica donde en realidad no se arreglaban sino ventas de drogas, crímenes, atracos y similares. Dentro de su mente tenía a Ramiro como uno de sus mejores amigos porque ¡Nunca le pedía nada! Contrario a todos los demás que le rodeaban que sólo se le acercaban para pedirle dinero, trabajo etc. Por eso le decían “El Capo” porque sabían que eso lo hacía sentir importante. En cambio Ramiro era tan diferente: él lo llamaba por su nombre, aunque al comienzo le decía don Eduardo, él se lo prohibió.
“No me gusta que me traten condón” - Le dijo a manera de broma pero muy serio-
Desde entonces Ramiro le decía simplemente Eduar, lo cual le agradaba mucho, mucho, porque sabía que Ramiro lo apreciaba genuinamente y lo trataba con cariño.
Si Eduardo hubiera sabido a quién quería mandar a matar Ramiro, no lo habría secundado; y de saber el motivo por el que quería hacerlo mucho menos lo habría hecho…
Después que su mujer lo engañó, Ramiro juró que no se enamoraría nunca más. Pero el destino parece que se burlaba de él pues cuando conoció a Carolay, no supo que fue lo que le pasó. Inmediatamente se olvidó de su juramento y la deseó con tanta fuerza que ni él se habría podido imaginar. Se hizo su amigo y ella le aceptaba gustosa todos sus halagos. Hasta se podría decir que lo animaba a que la halagara: con palabras, regalos o lo que fuera porque ella se veía muy interesada en él. Después de la primera impresión él trató de ser fuerte y de mantener su juramento de no enamorarse; pero fue ahí donde se dio cuenta de que la voluntad y la razón no tienen autoridad sobre los sentimientos y él no pudo hacer nada. Se enamoró de ella ¡Completito!
Un día, armado de todo el valor del que pudo hacer acopio, la invitó a almorzar y allí le dijo todo. Ella lo miró con una tristeza que no podía ser tomada por fingida y le dijo: no puedo aceptarte. –Y agregó- Llévame a casa.
Él no dijo ni una palabra, se levantó como pudo y la llevó a su casa; no se bajó de su carro como solía hacerlo siempre y se despidió de ella con una seña de la mano.
Llegó a su casa sin saber cómo y con lágrimas en los ojos comenzó a recriminarse: Estúpido, estúpido –Repetía- ingenuo, iluso…
Su mente comenzó a proyectarle la imagen de la “chica amada”: sus hermosos ojos negros, sus labios deliciosos y provocativos que nunca pudo besar; su suave cabello rubio que reflejaba los rayos del sol; su piel lozana y tierna; su busto moderadamente grande y erguido, su vientre torneado, plano y llamativo, adornado por su ombliguito redondo e insondable; sus nalgas bajo el Jean: duras y redondas; sus largas y perfectas piernas; sus brazos delicados y amorosos que lo estrecharon tantas veces a la llegada y sus manos suaves y cariñosas que lo saludaban con ternura y le hablaban acompañando los labios… Toda ella era lo que quería. No le encontraba nada malo, pues es así como los enamorados ven a la persona amada: ¡Sin nada reprochable!
Después de verse sin “su” Carolay, Ramiro hizo el balance de su vida y concluyó que no tenía sentido seguir viviendo…
Fue entonces cuando acudió adonde Eduar (El capo) y le pidió que le recomendara a alguien que le quitara de en medio a un tipo que le estaba fastidiando la vida.: ¡El mismo! Por eso tanto misterio, porque sabía que si le contaba la verdad a Eduardo, este no lo secundaría.
Después que Eduardo le dio el teléfono de Willy (El Cloro), Ramiro lo contactó y le dio las siguientes instrucciones:
El tipo que quiero que mates es así, así y así; va a estar tal día en tal dirección (la de Carolay) tal día a tal hora, quiero que lo esperes y lo mates cuando salga de la casa no importa delante de quien sea que tengas que hacerlo. Sólo mátalo eso sí recuerda que debes hacerlo cuando salga de la casa.
Lo que Ramiro quería era verla por última vez y morir luego porque ya lo había decidido y ¡Pagado!
El día señalado Ramiro llegó puntual a la casa de Carolay; al verlo ella se lanzó a sus brazos y lo estrechó con tanta fuerza que de haber sido un poco mayor no habría necesitado de los servicios de Willy. Con lágrimas en los ojos le dijo quedamente: Estos días en los que no te he visto me han servido para darme cuenta de lo mucho que te amo…Pero a pesar de eso aún debo decirte que no puedo aceptar tu amor. No es por mí porque como ya te he dicho ¡yo te amo!
Y… entonces ¿Por qué es? –Preguntó Ramiro ya repuesto de semejante recibimiento-
Ella repitió su mirada triste de la última vez que se habían visto y agregó:
Lo que pasa es que yo soy hombre y mujer al mismo tiempo…
Él la miró sin entender y ella comprendió que él no entendía y explicó: Soy hermafrodita, tengo vulva y pene.
El no sabía que eso pudiera ser posible. La miró con incredulidad pero sintió su sinceridad y aunque trató de imaginarse lo que ella le había descrito no pudo. Luego preguntó sin más rodeos ¿Y si yo te acepto así como eres, qué pasa?
Ella respondió con eufórica y temblorosa voz:
¡Sería la mujer más feliz sobre la tierra!
Entonces Ramiro sentenció: Te acepto así como eres mi amor. ¡No me importa cuántos penes tengas!
Ella le dijo: es sólo uno.
Y cuando le dijo SÓLO UNO, él se acordó que allá afuera había sólo uno esperándolo para matarlo. Pero ése “Solo” era suficiente.
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