7 de marzo de 2014

Cuán Difícil es Agradecer

Cierta vez, leyendo un libro llamado “Vitaminas Diarias Para el Espíritu (Humberto A. Agudelo C.), encontré una historia que en su momento no llamó mucho mi atención y que para ser sincero no me gustó mucho en ese momento.  Se trata de “Recuerda dar Gracias”,(Página 114 de la quinta edición), una de las muchas historias que según los Agradecimientos del libro fueron tomadas de Internet o colaboración de personas en todo el país.

En la mencionada historia, un alma llega al cielo y San Pedro le está dando un paseo para que se familiarice, en uno de los salones que visitaron encontraron a muchos ángeles ocupadísimos y san Pedro explicó: “Aquí se reciben todas las peticiones que la gente realiza…”

Después pasaron a otro salón igualmente atestado de ángeles que se encontraban igualmente ocupados y San Pedro volvió a explicar: “Aquí se contestan todas las peticiones…”

Y por último llegaron a un saloncito en el que había un solo ángel  que no estaba muy ocupado, más bien estaba ocioso; el alma intrigada preguntó: Y aquí ¿Qué es lo que hacen? San Pedro respondió: “Aquí se reciben los agradecimientos de la gente a la que se le ha concedido alguna petición…

Bueno en su momento no me pareció que la historia tuviera mucho de verdad porque la miré desde mi punto de vista y yo siempre me acuerdo de agradecer a Jehová mi Dios por todas las bendiciones que me da ¡hasta sin que me las merezca!  Pero en estos días presencié un hecho que me hizo recordar aquella historia; te lo compartiré:

Yo estaba con unos amigos en un puesto de fotocopias y ellos estaban dentro del local y yo afuera del mismo viendo pasar los carros y la gente, cuando veo un bus urbano que atropelló a un motociclista, lo tropezó con la defensa en la parte posterior de la moto y ella dio un rápido giro que por su misma velocidad sacó al motociclista y lo arrojó al andén; la moto en su misma inercia continuó su viaje hacia su destino final: quedó debajo del bus convertida en un montón de hierros retorcidos; fue arrastrada no menos de quince metros debajo del bus y rayó el pavimento en ese trance.  Todos corrimos a ver qué le había sucedido al motociclista y ¡Gloria a Dios! sólo tenía unos pequeños raspones como los que se hacía uno cuando jugaba fútbol en la calle del barrio.  Yo que presencié todos los hechos le dije al hombre ¡Tú naciste hoy! Otro le dijo: ¡No joda sí, dale gracias a Dios y conviértete a Cristo! Pero ¿qué fue lo que hizo el tipo? Pidió que alguien le prestara un celular “Voy a llamar a mi hermano para que venga y mate a ese hijueputa” Y lo llamó, y el hermano llegó, no sabemos con qué intensión porque cuando lo hizo, ya estaba la policía allí y no podía hacer nada; eso fue en lo que pensó el hombre en ese instante en el que sólo cabía agradecer a Dios por haberlo puesto a salvo de forma milagrosa.  Porque yo aun no entiendo cómo fue que él se salió de la moto y de no haberse salido, puedes tener la seguridad de que su carne y sus huesos habrían quedado en la mezcla de hierros plástico y vidrios en la que se convirtió su moto…


Entonces me puse a pensar: es cierto lo que la historia contaba, la gente nunca o casi nunca se acuerda de agradecer por las cosas buenas que recibe.  Tal vez porque piensan que se merecen todo y que recibir cosas buenas es apenas natural y lógico por tanto ¡Nada hay que agradecer!  Que error tan grande…