19 de marzo de 2022

MI PAPÁ ERA MÁS JOVEN QUE YO

 

Cuando alguien dijo que la edad no está en el cuerpo sino en la mente, seguramente quería justificar el hecho de estar haciendo cosas que no correspondían a su edad cronológica.

La anterior apreciación es sólo un punto de vista, que puede estar sujeto a variación.

En la vida práctica, podemos encontrar a muchas personas que no parecen concordar su edad cronológica con su edad sicológica.  Conocí hace años a un joven que todas sus acciones parecían de una persona mucho mayor.  Al hablar de ese aspecto del mencionado muchacho, mi hermano que estudiaba con él me comentó: “Yo lo llamo juventud envejecida”. No quiero entrar en detalles describiendo la forma de vestir , hablar y actuar de dicho muchacho porque considero que no es necesario: seguramente tú puedes imaginarlo y posiblemente hasta conocerás  a alguien con esas características.

Pero también he visto el caso contrario: personas mayores que no quieren aceptar los cambios que hay que hacer con el paso de los años.  Dichos cambios son en todos los aspectos de la vida: en el vestir, en el hablar, en el entorno social, en el amor y principalmente en el aspecto sicológico.  Como dice la “Desiderata”: “Acata dócilmente el consejo de los años y abandona con donaire las cosas de la juventud.”  Esto no significa otra cosa que hay que aceptar que los años pasan y que cada uno de ellos va dejando en nosotros ¡una huella inevitable! Y que lógicamente no podemos esperar ni que nuestro cuerpo ni nuestra mente se comporten como cuando teníamos muchísimos menos años.

Pues bien todo lo anterior fue para ambientar lo que te voy a compartir a continuación.

Si yo hubiera comenzado este escrito diciendo que mi papá era más joven que yo, eso no lo habrías podido aceptar porque la lógica indica que eso no es posible.  Pero resulta que era cierto, mi papá se había quedado congelado en una edad que  no podría precisar  con certeza.  Mi papá vestía como los muchachos que eran jóvenes cuando él ya pasaba de los 70 años: Asistía a cursos de superación personal cuando era claro que debía estar pensando en cómo sería el final de sus días; se doblaba las mangas de la camisa y la llevaba desbotonada hasta el tercer botón de arriba abajo; su corte de cabello era igual al de los muchachos y tenía una novia de 23 años de edad.  Es decir que mi papá no sólo se lo creía él, sino que se lo hacía creer a otros: ¡Era Joven!

Yo lo veía y lo admiraba por tener esa personalidad.  Pero no compartía su accionar en la vida en casi ninguno de los aspectos.  Y secretamente pensaba: “Yo no podría ser así”.  Y era verdad porque mis puntos de vista hacia todo lo que concierne a la vida, eran bien diferentes, casi opuestos a los de mi papá. Entonces si a alguien se le hubiera ocurrido comparar nuestras edades (por la forma de actuar, desde luego) es claro que mi papá era más joven que yo.