20 de junio de 2010

Los desplazados por los desplazados

Por las calles polvorientas de Viña del Rey no sólo corre el viento caprichoso que se obstina en llenar con granos de arena los ojos de quienes por allí tienen que transitar; sino que también son visitantes habituales el hambre, la miseria el olvido y la desesperanza…


Desde hace 20 años o más, comenzó a poblarse este sector de la ciudad por personas que cansados de pagar arriendo se aventuraron a llegar a este pedazo de Soledad en donde el nombre del municipio no podía ser más apropiado.


Fue para esos días y por esas circunstancias que llegó “El Chino”, un padre de familia soledeño a quien por razones evidentes le habían colocado ese sobrenombre. Comenzó a construir su rancho con cualesquiera materiales que encontrara al alcance de la mano y al igual que muchos otros construyó una “currancha” y un bañito al fondo del solar que había invadido; este patio sólo se encontraba delimitado por unos cuantos palitos de mata ratón y una hilada de alambre de púas.


Al paso de los años comenzaron a llegar los desplazados por la violencia, quienes como por un extraño designio del destino encontraban el camino hacia este barrio cuyo nombre quizás por alguna extraña ironía fue bautizado como hoy se llama “Viña del Rey” es decir aquel lugar donde el rey tenia sus plantaciones de vid y del cual saldrían las uvas que posteriormente se convertirían en un delicioso vino. “VIÑA DEL REY”.


Pero la realidad nos muestra todo lo contrario: Un lugar donde la mano de Dios parece no tener ni la mínima intención de estar presente.
Por una ley de la república, los municipios receptores de este tipo de compatriotas (desplazados por la violencia) recibirían un auxilio especial con el fin de que pudieran hacerle frente a este fenómeno extraordinario que es el desplazamiento forzado, algo sin duda alguna muy loable.


Así que los desplazados fueron objeto de un censo y carnetizados con la finalidad de que fueran receptores de la ya mencionada ayuda. Y así sucedió aunque con muchas falencias y a cuentagotas pero el programa arrancó: mercaditos, subsidios, becas, preferencias formaron parte del paquete que implementaron los gobernantes de turno para hacer frente a este fenómeno.


Todo lo anterior estaría bien si no se concentrara la ayuda sólo en los desplazados, sino que también se tuviera en cuenta a la parte vulnerable de la población que sin ser desplazados, no cuentan tampoco con los medios ni los recursos para satisfacer sus necesidades más elementales.


“El Chino “me comentaba: “Nos tocaba ver como camiones con mercaditos eran repartidos entre “ellos” mientras nosotros sólo podíamos conformarnos con presenciar el evento. Y aunque no teníamos ni un poquito de arroz para darle a nuestros hijos, no teníamos ni la esperanza de participar del convite porque cuando lo intentamos la respuesta que recibimos fue: “Ustedes no están en el censo”.


No se si será ésta nuestra cruel realidad pero así sucedió remató “El Chino”


De esta manera y de muchas otras, los desplazados por la violencia, desplazaron a su vez a los soledeños que ya habían sido desplazados por el desgreño administrativo, por la indolencia de los gobernantes a quienes les conviene mantener estos cordones de miseria para poder explotarlos posteriormente de manera politiquera. Y de esta manera nuestros hermanos menos favorecidos, nativos de esta tierra, tenían que conformarse con ver cómo se satisfacían las necesidades de los foráneos mientras que las de ellos permanecían como si no existieran. ¡No hay derecho!

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