19 de diciembre de 2012

El Experimental



Para hablar del Instituto Experimental del Atlántico, hay que recordar indefectiblemente al insigne gestor de tan ambicioso proyecto: El inmejorable profesor Alberto Assa.
El profesor Assa, como lo conocimos quienes tuvimos el privilegio de tratar con él aunque fuera en muy contadas oportunidades, era todo un personaje: Era un turco residenciado en Barranquilla durante muchos años y donde le llegó la muerte.  Siempre luchó quijotescamente por ver cristalizado su proyecto, el cual en las palabras más sencillas que se me ocurren, consistía en “Educación gratuita e integral”.  Vivía, según sus propias palabras, en “El cruce de las dos mentiras” (Felicidad con progreso).  Como sé que esto es chino para las nuevas generaciones lo traduciré: Calle 52 (Campo Alegre, aunque él decía Felicidad) con Carrera 41 (Progreso) toda la esquina.  Para aclararle más el punto a los jóvenes vale decir que antiguamente todas las calles y carreras de Barranquilla eran llamadas de manera particular, costumbre que se fue perdiendo en la medida en que fueron siendo aplicadas las actuales nomenclaturas.
El profesor Assa buscaba los recursos con los cuales debía funcionar su colegio para no tener que cobrarles ni un peso a los padres que tenían la fortuna de que sus hijos fueran escogidos para estudiar en el “Experimental”, como se le conoce cariñosamente a este plantel educativo único en la costa…  Y era tal la calidad de la educación allí impartida, que decir que uno era estudiante del “Experimental” equivalía a decir “Yo soy un genio”.
¿Cómo lograba reunir todo ese dinero con el que se garantizaba el funcionamiento del IEA (Instituto Experimental del Atlántico)? Tengo la total convicción de que tal labor no era ni remotamente fácil; pero el Profesor Assa con su arrolladora personalidad hacía que pareciera tan fácil como respirar… Él tocaba las puertas de todas las empresas desde la más grande hasta el negocio de fotocopias que quedaba una esquina abajo de su residencia.  Y todos le colaboraban de buen gusto o a regañadientes pero lo hacían que era lo importante.
Las épocas más difíciles según mi opinión, eran las de final y comienzo de un año, porque había que volver a gestionar nuevamente…  Esto era “Un cuento de nunca acabar” porque una idea tan brillante como ésta no le importaba ni pizca a los dirigentes políticos de siempre porque lógicamente no produce resultados electorales, es decir votos.  Por esta razón este proyecto, muchísimos años después sigue pasando las mismas penalidades que cuando aquel guerrero la defendía.
En una ocasión le sugerí al profesor Assa que para evitar esta situación le impusiera a todos sus ex alumnos la condición de que ayudaran al colegio con algo de lo que se ganaban (Todos son profesionales destacados dentro y fuera del país) pero no me contestó absolutamente nada, pareciera que yo no hubiera dicho ni una sola palabra o que se las dijera a una roca.  Él siempre hacía eso cuando algo no le “cuadraba”.
Ahora, muchos años después lanzo nuevamente la propuesta que me parece apenas justa:
Que todos aquellos que recibieron una educación gratuita e integral, muestren algo de agradecimiento hacia la institución que les brindó la oportunidad de ser quienes hoy son y dediquen un porcentaje, aunque sea pequeño, para colaborar para que se garantice la continuidad de este loable proyecto, ahora con mayor razón para honrar la memoria de quien fuera el fundador no sólo de este colegio sino también del Instituto de Lenguas Modernas que también era ¡gratuito y excelente!
Y como si hacer todo esto fuera poco, el insigne profesor Assa, tenía tiempo aún para escribir una inigualable columna cultural llamada “El rincón de Casandra” que se publicaba semanalmente en  El Heraldo de Barranquilla.  Y de ñapa, organizaba también un concierto mensual con artistas de talla mundial.
Era tan entregado a la profesión de enseñar, que donó su cuerpo a una universidad, ¡Para seguir enseñando aún después de muerto! Tanto tienen por aprender algunos de los profesores actuales que enseñan sólo porque no pudieron estudiar otra cosa o peor aún: Sólo por el dinero que les pagan…

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