Hace unos días llegó a mi correo un e-mail que llamó mucho mi atención llamado “El Hábito No Hace Al Monje”. Y llamó mi atención al leerlo porque ya había tenido noticias de cosas similares.
Aquí dejo la dirección donde se encuentra alojado para compartirlo con mis pocos lectores (Porque si son muchos, no les gusta comentar):
¿Realidad o ficción? No lo sé.
Lo que sí sé es que yo conozco algunas historias similares que no puedo dejar de referir:
La primera:
Un conocido mío, propietario de “Graficas San Martín” en Barranquilla, me contó lo que le pasó a su abuelo:
Cierto día mi abuelo llegó a un concesionario de una muy famosa marca de camionetas y le preguntó al vendedor:
-¿Cuánto vale una camioneta de esas?- señalando una último modelo que estaba en exhibición.
El vendedor observó a mi abuelo con su jean desgastado, su viejo sombrero vueltiao, sus abarcas tres puntá y su mochila terciá (Escrito como lo habla el relator). Y le respondió en tono condescendiente:
-“No amigo esas camionetas son muy caras como para que piense comprar una…”-
Mi abuelo no dijo nada sino que se quedó allí mirando lejos…
El gerente de la agencia tal vez sospechando lo que estaba sucediendo se acercó a mi abuelo que ya estaba solo y le preguntó:
-¿En qué le podemos servir ¡mi amigo!?
Mi abuelo le explicó la situación y concluyó diciendo: “Pero el vendedor me ha dicho que yo no puedo comprarla y ni me dijo el precio…”
El gerente le dijo: -Vale tantos millones ¡mi amigo!
-¡Ah! ¿Sí? Dijo mi abuelo entusiasmado; entonces ¡Véndame tres! Que quiero dárselas de aguinaldo a mis nietos…
Y las compró.
5 mentarios
La segunda:
Era la víspera de navidad, estaba con mi esposa en Zodium Jean en Barranquilla. Lógicamente el almacén estaba muy lleno; las vendedoras estaban al tope del estrés, cuando hizo su ingreso una mujer que se veía a leguas que era una trabajadora sexual de los alrededores del almacén.
Todo el mundo, tanto clientes como vendedoras se le apartaban al aproximarse ella. Pero a la desdichada mujer, parecía no importarle y llegó hasta una de las vendedoras que no pudo esquivarla y le preguntó: ¿Cuánto vale ese Jean? Señalando hacia un maniquí.
La vendedora la ignoró.
Pero la joven que estaba atendiendo la caja al ver la situación, dejo lo que estaba haciendo, se le acercó a “La clienta” y le dijo: ¿Qué quieres mamita?
-Un Jean como ese- Dijo la mujer entre los humos de su lamentable estado.
-Si mi reina- le dijo la cajera vale 45 mil pesos, pero con el descuento de navidad te queda en 40 mil.
Y ella sacó un fajo de billetes y pagó; se lo colgó al hombro sin medirselo ni nada y se fue por donde vino…
¡ Que venta tan fácil!
Sería muy bonito si todos los que atienden público, tuvieran en cuenta que todos somos potenciales clientes; que el dinero de todos vale igual y lo más importante: que ante Jehová Dios ¡Nadie vale más que otro!
¡ Que venta tan fácil!
Sería muy bonito si todos los que atienden público, tuvieran en cuenta que todos somos potenciales clientes; que el dinero de todos vale igual y lo más importante: que ante Jehová Dios ¡Nadie vale más que otro!
Gua. Para no dejarse llevar por las apariencias hay que tener un espíritu muy grande men.
ResponderBorrarAnte los ojos de Dios todos somos iguales, aqui nos damos cuenta que no debemos juzgar a nadie por su apariencia.
ResponderBorrarque sentiria el vendedor de las camionetas cuando vio que el gerente estaba vendiendo tres de un golpe?
ResponderBorrarPobre tipo. Muy buen articulo. Jorge
Estos sucesos pasan a menudo gracias a la ignorancia de las personas al dejarse llevar por las apariencias, y aunque es difícil no hacerlo es lo que Dios nos enseña, a ser todos hermanos y tratarnos como iguales, me gustaron mucho los dos relatos :)
ResponderBorrarUff!!! Cuando llego a un almacen todos los vendedores se confunden conmigo, creen que yo tengo plata y nada ni un peso! Porque sera?. jajaja.- Yo, panelita!
ResponderBorrarMuy buen artículo, pero son cosas que pasan muy a menudo... Reconozco que hasta yo juzgo aveces a las personas por su pariencia... Realmente eso no debería ser así, todos somos iguales y tenemos los mismos derechos.
ResponderBorrarEsta enseñanza debemos atarla nuestro cuello con un gancho , para no olvidarla jamás.
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