Hoy te quiero compartir un hecho que, como casi todo lo que
escribo no tiene una explicación lógica, sino que es algo que sucede, se da por
esos caprichos que la vida hace tanto alarde de realizar.
Es “algo” que he observado que sucede conmigo cuando estoy
cerca de un niño o de algún animal: podría decirse que es un “encanto especial”
o algo parecido pero que no puede ser explicado.
Con los niños, por pequeños que sean se establece un lazo
de comunicación muy particular. Hay veces que me subo a un bus y una mujer
que va sentada lleva un bebé en brazos, no importa si es niño o niña, pero me
quedan mirando con una curiosidad que no puede pasar desapercibida; ha habido
casos en el que las madres se alarman por la actitud de su bebé y buscan sin
conseguirlo que me quiten la mirada. Y
no es sólo que me miran, sino que se sonríen conmigo de una forma dulce.
Si yo llego a acercarme a la cuna de un bebé que duerme:
este indefectiblemente se sonríe en medio de sus sueños como si percibiera mi
presencia aun estando bajo el efecto del sueño o podría decirse en estado inconsciente.
Cuando los niños ya son más grandecitos, digamos de tres a
cuatro años, yo creo que me ven de su misma edad: Quieren jugar conmigo hablar
conmigo y en definitiva pasar tiempo conmigo.
Un caso muy particular fue el de la nieta de una amiga: la
niña llegaba de la guardería al lugar donde trabajábamos y enseguida me buscaba
y comenzaba a hablar conmigo y a preguntarme cosas. Su abuela siempre la regañaba, pero ella no
le prestaba atención y seguía conmigo como si nada le hubiesen dicho. En una ocasión la abuela le dijo: “No le diga
Camilo, dígale Señor Camilo porque él es mayor que usted”. Ella me miró con extrañeza como si no
percibiera razones en los argumentos de su abuela y su razonamiento fue: “Si él es
mi amigo…” e inmediatamente me preguntó: “¿Te puedo decir Camilito?
Ese es sólo un ejemplo de los muchos que podría citar pero
que no dejan de existir y que son verdad enteramente. Los niños me confían cosas que les pasan y
que a sus padres ni por equivocación les comparten. Y yo como un buen amigo y
en todo caso un buen profesor los aconsejo y les guío por el mejor camino.
En una ocasión se me dio por crear un grupo juvenil en
donde nos reuniéramos y compartiéramos tiempo juntos y llegó a tener doscientos miembros. Allí les orientaba y les
ayudaba a conseguir sus metas. Eran en su mayoría adolescentes, estudiantes de
bachillerato y a algunos se les logró cambiar la vida…
Con los animales me ocurre otro tanto: Sean Caballos, perros, gatos,
loros… Es con estos cuatro que he tenido alguna experiencia, pero mayormente con los
perros.
En una ocasión, estaba acompañando a un amigo a una casa, entramos
juntos a la casa pero él siguió más adentro con la propietaria de la misma y yo
me quedé sentado en la sala; de pronto llegó un perro de esos que llaman
peligrosos y se me acercó, yo le hice señas con la mano y se acercó aun más y
yo comencé a acariciarle la cabeza. El
perro se veía muy complacido con mis cariños cuando salió la dueña y me gritó: “Muchacho
¿qué estás haciendo? ¡Ese perro es bravísimo! (Pero conmigo fue dócil) y así
por el estilo puede ser el perro más bravo que conmigo no lo es.
La única que se quiso poner pesada fue Luna, la perrita del
recién mudado vecino de al lado que no me quería ver ni en pintura. Pero yo comencé a darle galletitas y después
cuando yo estaba sentado en la puerta y ella salía: pegaba un salto y se me
acurrucaba en las piernas para que la acariciara.
Con los gatos también me pasa, pero ellos no son muy de mis
afectos porque sé que son foco de enfermedades y prefiero mantenerlos
alejados. Me gustan, pero de
lejitos. Para admirarlos y estudiar sus comportamientos,
pero ellos me buscan siempre que pueden y algunas veces los acaricio.
Cuando yo era niño mi abuela me regaló un loro y cuando ese
loro veía a mi papá pegándome se le lanzaba y lo picoteaba lo cual hacía que él
también fuese castigado.
Y hace unos años en una finca encontré una cotorrita que yo
le hacía sonidos con la boca y ella venía acercándose hacia mí y se ponía para
que la acariciara y si mi esposa por casualidad se acercaba no le gustaba y si
me abrazaba o me besaba tampoco le gustaba y trataba de picarla. Era muy chistoso, parecía que estuviera
celosa.
Y por último una ardilla se apareció en el barrio donde vivo y cuando yo la vi le di una semilla de mango y me la recibió con la boca y el que se asustó fui yo y dejé caer la semilla,
Me han sucedido muchas más cosas con los animales pero las más relevantes son esas que te he referido.
Y con respecto a los animales mi secreto anhelo es que un día un pajarito no importa de cuales pero que sea cantor se me pare en el hombro y comience a cantar.