Cierta vez, leyendo un libro llamado “Vitaminas Diarias Para
el Espíritu (Humberto A. Agudelo C.), encontré una historia que en su momento
no llamó mucho mi atención y que para ser sincero no me gustó mucho en ese
momento. Se trata de “Recuerda dar
Gracias”,(Página 114 de la quinta edición), una de las muchas historias que según los Agradecimientos del libro fueron tomadas de Internet o
colaboración de personas en todo el país.
En la mencionada historia, un alma llega al cielo y San Pedro
le está dando un paseo para que se familiarice, en uno de los salones que
visitaron encontraron a muchos ángeles ocupadísimos y san Pedro explicó: “Aquí
se reciben todas las peticiones que la gente realiza…”
Después pasaron a otro salón igualmente atestado de ángeles
que se encontraban igualmente ocupados y San Pedro volvió a explicar: “Aquí se
contestan todas las peticiones…”
Y por último llegaron a un saloncito en el que había un solo ángel
que no estaba muy ocupado, más bien
estaba ocioso; el alma intrigada preguntó: Y aquí ¿Qué es lo que hacen? San Pedro
respondió: “Aquí se reciben los agradecimientos de la gente a la que se le ha
concedido alguna petición…
Bueno en su momento no me pareció que la historia tuviera
mucho de verdad porque la miré desde mi punto de vista y yo siempre me acuerdo
de agradecer a Jehová mi Dios por todas las bendiciones que me da ¡hasta sin
que me las merezca! Pero en estos días
presencié un hecho que me hizo recordar aquella historia; te lo compartiré:
Yo estaba con unos amigos en un puesto de
fotocopias y ellos estaban dentro del local y yo afuera del mismo viendo pasar
los carros y la gente, cuando veo un bus urbano que atropelló a un motociclista,
lo tropezó con la defensa en la parte posterior de la moto y ella dio un rápido
giro que por su misma velocidad sacó al motociclista y lo arrojó al andén; la
moto en su misma inercia continuó su viaje hacia su destino final: quedó debajo
del bus convertida en un montón de hierros retorcidos; fue arrastrada no menos
de quince metros debajo del bus y rayó el pavimento en ese trance. Todos corrimos a ver qué le había sucedido al
motociclista y ¡Gloria a Dios! sólo tenía unos pequeños raspones como los que se
hacía uno cuando jugaba fútbol en la calle del barrio. Yo que presencié todos los hechos le dije al
hombre ¡Tú naciste hoy! Otro le dijo: ¡No joda sí, dale gracias a Dios y
conviértete a Cristo! Pero ¿qué fue lo que hizo el tipo? Pidió que alguien le
prestara un celular “Voy a llamar a mi hermano para que venga y mate a ese
hijueputa” Y lo llamó, y el hermano llegó, no sabemos con qué intensión porque
cuando lo hizo, ya estaba la policía allí y no podía hacer nada; eso fue en lo
que pensó el hombre en ese instante en el que sólo cabía agradecer a Dios por
haberlo puesto a salvo de forma milagrosa. Porque yo aun no entiendo cómo fue que él se salió
de la moto y de no haberse salido, puedes tener la seguridad de que su carne y
sus huesos habrían quedado en la mezcla de hierros plástico y vidrios en la que
se convirtió su moto…
Entonces me puse a pensar: es cierto lo que la historia
contaba, la gente nunca o casi nunca se acuerda de agradecer por las cosas
buenas que recibe. Tal vez porque
piensan que se merecen todo y que recibir cosas buenas es apenas natural y
lógico por tanto ¡Nada hay que agradecer!
Que error tan grande…